Al igual que en la mujer, las
hormonas segregadas por la hipófisis son responsables de la maduración y
desarrollo de los órganos que conforman al aparato reproductor
masculino.
La madurez sexual en los niños
empieza un par de años después que en las niñas, generalmente entre los 12 y 14
años, con el cambio de voz y la aparición de vello en la cara y otras zonas del
cuerpo. Estas manifestaciones no deben ser motivo de preocupación; tan sólo
significan que una persona está alcanzando la madurez sexual que le permitirá,
en el futuro y en su momento, convertirse en padre.
El aparato reproductor masculino
está formado básicamente por los testículos, el pene, los túbulos seminíferos,
la uretra y la próstata.
Los testículos son equivalentes
a los ovarios, ya que ellos producen las células sexuales y las hormonas que
provocarán los cambios en el varón. Son dos glándulas de forma ovoide que se
encuentran separadas del cuerpo en una bolsa llamada escroto. En su interior se
localizan muchísimos tubos pequeños y delgados llamados túbulos seminíferos,
donde se forman las células sexuales masculinas llamadas
espermatozoides.
Los espermatozoides son células
pequeñas y muy delicadas, pues para que logren madurar necesitan estar a una
temperatura menor a la del resto del cuerpo; ésa es la razón de que se
encuentren un tanto aislados en el escroto.
Cuando hace calor, el escroto se
mantiene suave y relajado a fin de permitir que haya una temperatura adecuada
menor a la del cuerpo; pero si hace frío se contraen para estar más cerca del
cuerpo y aprovechar su calor.
Para depositar el semen en el
aparato reproductor femenino el hombre utiliza el pene, que es el órgano
copulador. Éste presenta en la punta un ligero ensanchamiento, denominado
glande, recubierto por una pequeña membrana delgada llamada prepucio. Muchos
niños no tienen prepucio porque se los quitaron mediante una sencilla operación,
la circuncisión, la cual generalmente se realiza al poco tiempo de haber
nacido.
Algunos pediatras recomiendan la
circuncisión como medida higiénica, para evitar que debajo del prepucio se
acumulen secreciones que pueden producir una infección.
La uretra es el conducto
encargado de transportar los espermatozoides desde los conductos deferentes
hasta el pene.
LOS ESPERMATOZOIDES Y LA
EYACULACIÓN
Los espermatozoides poseen una
forma especial para poder moverse en el interior del aparato reproductor
femenino; cuentan con una cabeza y un flagelo que utilizan para desplazarse. En
la cabeza se encuentra el núcleo con la información genética que se heredará al
nuevo ser vivo.
A diferencia de las mujeres, que
sólo producen un óvulo al mes, los espermatozoides se producen en cantidades
elevadas sin tener, como en el ciclo menstrual, un periodo determinado para su
maduración.
Se calcula que en cada
eyaculación un hombre adulto puede liberar entre 300 y 400 millones de
espermatozoides.
Para que se presente la
eyaculación es necesario que el pene aumente de tamaño y se ponga rígido, en un
proceso conocido como erección.
Desde pequeños, los niños pueden
presentar erecciones a consecuencia de cambios de temperatura o el roce con la
ropa; la diferencia en la madurez sexual es que esas erecciones pueden culminar
con una eyaculación o la salida de semen.
Las primeras eyaculaciones, que
generalmente ocurren durante la noche, se llaman poluciones
nocturnas.
Es importante mencionar que
aunque la orina y el semen tienen el mismo canal de salida no pueden expulsarse
al mismo tiempo, porque en el cuerpo hay una válvula que impide la salida de
orina cuando el pene está erecto.
Así como la menstruación es un
acontecimiento natural en las niñas, las eyaculaciones son también normales en
los niños y nunca deben sentirse apenados o avergonzados de que sucedan, pues
son un signo de la maduración de su aparato reproductor.
Al igual que en otras partes del
cuerpo, es muy importante tener mucha higiene en los genitales externos; al
bañarse es importante enjabonar toda la zona y recorrer hacia atrás el prepucio
para retirar las impurezas que ahí se alojan y que pudieran ocasionar
infecciones severas.
También es necesario que los
niños y las niñas eviten golpes en los genitales, porque además de ser muy
dolorosos pueden producir lesiones en la función reproductora.
La función reproductora y las
relaciones sexuales son muy importantes desde el punto de vista biológico, pero
éste no es el único aspecto que debe tomarse en cuenta, porque también implican
un compromiso entre las parejas.
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